El agua de lluvia por naturaleza es
ligeramente ácida, en un grado que ayuda a disolver algunos minerales del suelo
que son necesarios para los animales y las plantas. Sin embargo, sus efectos se
han acentuado peligrosamente en los últimos años… Tanto es así, que actualmente
la lluvia ácida es considerada uno de los problemas ambientales más graves en
el mundo.
Los
mayores culpables de este fenómeno son las plantas de carbón generadoras de
electricidad, las fábricas y los escapes de automóviles. La lluvia ácida se
origina cuando los contaminantes del aire se disuelven con la humedad del aire
formando ácido sulfúrico, ácido nítrico y ácido clorhídrico. Estos compuestos
alteran la composición normal de las gotas de agua que forman las nubes y al
precipitarse originan la lluvia ácida (pH menor a 5.6).
Los compuestos químicos de la lluvia ácida
son corrosivos, y pueden llegar a desprender la pintura de los automóviles y
disolver los materiales de las edificaciones, esculturas, monumentos y otros
elementos de la infraestructura urbana en la Ciudad de México.
Los
seres humanos somos los responsables de la lluvia ácida y paradójicamente también
sufrimos sus efectos: puede causar irritación en los ojos y la piel, así como
trastornos respiratorios. Cuando las personas respiran esos sulfatos, sus
conductos aéreos se constriñen y el flujo de oxígeno a los pulmones
disminuye.
Pero
el problema no para ahí. La acidez del agua de lluvia afecta gravemente a los
ecosistemas, sobretodo a la vida acuática, pues envenena a peces y
plantas.
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